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domingo, 27 de febrero de 2011

Para los que tuvieron oidos para oir y no oyeron, para los que tuvieron ojos para ver y solo vieron las manchas ¡Sólo la educación salva a la Rep. Dom

En muchas ocasiones lo he dicho, y ahora aquí lo repito: ¡Sólo la educación salva a la República Dominicana!

Al retornar al Gobierno en el año 2004, convocamos a toda la comunidad educativa nacional a un Foro Presidencial por la Excelencia Educativa.

De ese magno evento, que constituyó una gran consulta de carácter nacional, ha surgido el nuevo Plan Decenal de Educación; el de Educación Superior, Ciencia y Tecnología; y el de Educación Técnico-Profesional, los cuales deben trazar las pautas de nuestro sistema educativo del 2008 al 2018.

Es por todo esto que he visto con simpatía que un núcleo de organizaciones y de ciudadanos haya manifestado, recientemente, su preocupación por la educación dominicana a través de un incremento de la inversión.

Creo que, en principio, todos estaríamos de acuerdo con esa propuesta. Yo mismo, en distintas oportunidades, ante esta misma Asamblea he expresado la necesidad de un aumento gradual y sistemático en el sector educativo nacional.

No obstante, considero que si bien la inversión en educación es necesaria e importante, no constituye una causa suficiente para garantizar su calidad, que es el objetivo central de todo sistema educativo moderno del Siglo XXI.

En su informe al Gobierno de Francia, la comisión encabezada por el destacado intelectual, Jacques Attali, decía lo que sigue:

²Francia consagra una parte considerable y creciente de su riqueza a la educación: el gasto en educación ha sido multiplicado por 1.8 desde 1980 para alcanzar en la actualidad 6.8% del PIB, es decir, 1 mil 920 euros por habitante y 7 mil 160 euros por estudiante. ²

Se considerará que al invertir esa impresionante cantidad de recursos a la educación, se dispondrá de un sistema de incuestionable calidad, conforme a los estándares internacionales.

Sin embargo, es la propia Comisión Attali la que nos indica que a pesar de esa cuantiosa inversión, los resultados han sido decepcionantes, debido a que, según sus propias palabras:

"50 mil jóvenes por año, cerca del 6% de una generación, abandona el sistema escolar sin haberlo terminado;

"41% de los estudiantes interrumpen sus estudios sin haber obtenido un diploma, 11% más que la media de la OCDE;

"En lectura, los estudiantes franceses se clasifican en el número 27 de 40 países, detrás de los estudiantes de Rusia, Italia, Alemania y los Estados Unidos y retroceden en relación a evaluaciones anteriores;

"En el dominio de las ciencias, los jóvenes franceses pasan del lugar número 10 al lugar número 19, de 30 posiciones, según la OCDE."

Al presentar estos datos, la Comisión Attali observa, de manera curiosa, que los países que emergen a la cabeza de estas clasificaciones no son aquellos precisamente que consagran mayor cantidad de recursos por estudiante.

Por eso, llega a la conclusión de que ²la preocupación por los resultados (que no es otro que el éxito de todos los estudiantes) debe hoy día primar sobre la simple exigencia de recursos. Francia puede hacer más y mejor con los mismos recursos.²

Pero lo mismo ocurre con Gran Bretaña. A pesar de haber duplicado la inversión en educación del año 2000 a la actualidad, conforme a los últimos resultados de la evaluación PISA, de la OCDE, los niños británicos descendieron del lugar número 8 al 28 en matemáticas, del número 7 al 25 en lectura y del número 4 al número 16 en ciencias.

Debido a esos resultados, Gran Bretaña se encuentra ahora por debajo de países relativamente pobres, con menor nivel de inversión en educación, como Estonia, Polonia y la República Eslovaca, en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias.

En los Estados Unidos, la situación es similar. En esa gran nación, desde hace años existe una preocupación por lo que se estima es una pérdida de calidad de su sistema educativo.

Al analizar las razones de ese declive en el ámbito académico, Karl Weber, editor del libro, Waiting for Superman, con el subtítulo, Cómo Podemos Salvar las Fracasadas Escuelas Públicas de Estados Unidos, ahora llevado a la pantalla en un exitoso documental, sostiene:

"Desde hace más de medio siglo que las escuelas de Estados Unidos necesitan una reforma. Hemos respondido a esa necesidad cuadruplicando el gasto por estudiante, pero lo hemos hecho de manera tal que no lo hemos traducido en buen desempeño. Es evidente que por sólo colocar más dinero en el sistema actual no se obtendrán mejorías significativas."

En Brasil ocurre lo mismo. En ese gigante latinoamericano, hoy convertido en potencia emergente, los gobiernos de los presidentes Fernando Henrique Cardoso y Luis Inacio, Lula, Da Silva, han incrementado, de manera notable, la inversión en educación.

Sin embargo, de acuerdo con un artículo de la revista The Economist, traducido al español por el periódico Diario Libre, en su edición del 16 de diciembre del 2010, las escuelas brasileñas han experimentado un escaso progreso.

En el caso de México, el destacado académico, Ramón Culebro Martínez, de la Universidad de las Américas, Puebla, nos dice:

"El gasto público en educación como porcentaje del PIB en México es de aproximadamente 5.5% (mayor al porcentaje promedio de la misma OCDE con un 5.4% y Estados Unidos, con un 5.1%)."

México, entonces, sostiene el profesor Culebro Martínez, ²gasta en estos momentos en el sector educativo grandes cantidades de dinero sin que ello se esté traduciendo en mejorar la calidad y los niveles de conocimientos para quienes la reciben. Las metas cuantitativas han tenido más importancia que las cualitativas y el sector educativo ha tendido a la politización y la burocratización descuidando el aspecto de la calidad académica.

"No se trata entonces de gastar más, sino más bien de gastar mejor. Justamente como lo demuestran países como Japón y Alemania donde con menos cantidades de dinero gastadas por sus gobiernos, tienen niveles más altos de desempeño académico."

En el documento, La Educación y la OCDE, un Enfoque Centrado en América Latina y el Caribe, se afirma: "la experiencia de los países de la OCDE demuestra que la relación entre la calidad y el gasto en educación resulta difícil de discernir. Gastar más no garantiza mejores resultados cualitativos."

Por su parte, en el trabajo titulado, El Impacto del Gasto sobre la Calidad Educativa, de Lucrecia Santibáñez, publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se sostiene lo que sigue:

"En general, la mayor parte de la literatura de los últimos años no ha encontrado una relación sistemática entre mayores recursos invertidos en el sistema educativo y mejoras en los resultados de los alumnos en evaluaciones internacionales.

"Un análisis de 23 países que reportaron cifras de gasto educativo en 1998 arrojó que la correlación simple entre gasto en educación y resultados en los exámenes internacionales estandarizados fue de apenas 0.06."

Un destacado consultor del Banco Mundial, PhD en Economía por el Instituto Tecnológico de Massachussets, el famoso MIT, e investigador de temas sobre economía de la educación en la Universidad de Stanford, Eric Hanushek, ha sostenido en numerosos trabajos publicados la tesis de la no-correlación entre volumen de inversión y desempeño o resultados de calidad en el ámbito educativo.

Podría argumentarse que en el caso nuestro, la República Dominicana, el problema consiste en que fue una ley, la Ley General de Educación 66-97, la que determinó el monto de inversión requerido, ya sea en proporción del PIB o del presupuesto de la nación.

Al reflexionar sobre este particular, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un documento titulado, La Educación en la República Dominicana, Logros y Desafíos Pendientes, publicado en diciembre del 2004, afirma lo siguiente:

"La diferencia entre el cumplimento del porcentaje del presupuesto legislado y el incumplimiento del porcentaje del PIB sugieren dos factores descoordinados en la Ley. El porcentaje del presupuesto asignado a la educación es mucho más fácil de controlar que el porcentaje del PIB. Dado que el monto real del PIB se conoce hasta mucho después de ejecutado el año fiscal, es difícil reclamarle al Gobierno por el incumplimiento de este requerimiento legal. Por otro lado, continúa el informe, el incumplimiento del porcentaje del PIB asignado a educación depende del tamaño relativo del Estado en la economía y de los ingresos tributarios. Estos dos factores no son controlables a corto plazo, lo cual dificulta el cumplimiento de la Ley 66-97 en forma prospectiva."

Desde la promulgación de la Ley General de Educación en el 1997, se fue observando un incremento gradual de la inversión en la educación en nuestro país, hasta el punto de que en el año 2000 logramos una inversión equivalente al 17% del Presupuesto, con lo cual nos colocamos en un punto porcentual por encima incluso de lo requerido por la Ley.

Lo que ocurrió es que como consecuencia de la crisis financiera del año 2003, se produjo una caída brusca de la inversión en educación y descendimos del 17% del Presupuesto a sólo el 10.5%.

En el 2004 el presupuesto de educación era de 11 mil 724 millones de pesos. Para este año 2011 se ha consignado un incremento de 10 mil millones de pesos, lo que equivale prácticamente, en términos nominales, a la totalidad de las partidas presupuestarias de tan sólo cinco años atrás.

Pero este presupuesto del 2011, que ha sido aprobado por un monto de 55 mil 308 millones de pesos, representa un incremento de 500% con respecto al del 2004.

Esto, a su vez, significa que desde los orígenes de la actual gestión administrativa, ha habido un aumento anual de la inversión en educación de un 100%.

¡Eso, señores, nunca había ocurrido en la historia de la República Dominicana!

Pero, además, está teniendo lugar en un momento en que debido al impacto de la crisis económica mundial, países desarrollados como Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y España, se han visto obligados a disminuir sus gastos en educación.

No obstante lo anterior, estamos conscientes de la necesidad de mejorar los estándares de calidad de la educación en nuestro país. Sabemos que no podrá haber desarrollo nacional sin la debida formación de capital humano.

Tenemos que seguir dignificando la condición de nuestros docentes. Tenemos que reforzar los programas de capacitación y actualización de nuestros maestros y maestras. Tenemos que lograr la plena integración de las familias al desarrollo escolar. Debemos cultivar en nuestros alumnos las destrezas y habilidades requeridas para este mundo exigente y competitivo del Siglo XXI.

Debemos continuar ampliando y modernizando nuestra infraestructura escolar. Debemos continuar integrando las modernas tecnologías a nuestros planteles escolares. Debemos, en fin, promover una formación integral, científica, humanística y en valores, en base a las más efectivas corrientes pedagógicas internacionales.

Pero esto tiene que realizarse en el marco de un plan racional, coherente e incluyente, de mediano y largo plazo, no en forma abrupta, el cual debe ser fruto de un pacto entre los distintos sectores de la vida nacional.

Como el contenido de ese pacto, extraído del Plan Decenal de Educación, 2008-2018, de las distintas instancias educativas del país, ha sido objeto de amplias consultas, reitero mi compromiso en estos momentos de impulsarlo para que entre todos asumamos la responsabilidad de hacer de la escuela un espacio de saber, de ciencia, de cultura, de valores y de trasformación social.

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